Hay una palabra que lo cambia todo en el flamenco. Una de esas que, cuando la oyes en el sitio correcto, entiendes por qué este arte es Patrimonio de la Humanidad.
La palabra es soniquete. Seguro que has oído la frase del gran Paco de Lucía, esa ley no escrita que retumba por bulerías: «si no tienes soniquete, pa’ que te metes».
Y no es un consejo, es una advertencia. Es la línea que separa al que toca del que emociona, al que baila del que arrebata.
El Ritmo se Aprende, el Soniquete se Tiene (o no se tiene)
Entonces, ¿cómo se explica? No se puede. O al menos, no con palabras de diccionario. Imagina a un cocinero que sigue una receta al pie de la letra. Mismos ingredientes, mismos tiempos. El plato está correcto, sí. Pero luego llega otro, con esos mismos ingredientes, y le añade algo inexplicable, «el punto», «la sazón», ese toque que convierte la comida en un recuerdo.
Es el dominio del compás llevado a un lugar donde la técnica desaparece y solo queda el instinto. Es ese swing con sabor, esa gracia que no se ensaya frente a un espejo. Es el pellizco. Es la diferencia entre aplaudir por educación y levantarte de la silla porque no te queda más remedio. Es arte crudo, sin pulir, saliendo a borbotones.
En Nuestra Casa lo Llamamos «Soniquete Cardamomo»
Y aquí, en Cardamomo Flamenco Madrid, ese misterio tiene su propio acento. No es una marca registrada, claro. Es lo que pasa cuando el aire se vuelve denso y los artistas se olvidan de que hay público. Es esa conversación secreta que se desata en el escenario, un lenguaje de miradas, silencios y gestos que nace y muere en la misma noche, haciéndola única.
Lo notas cuando el silencio entre dos notas de guitarra pesa más que el propio ruido. Lo sientes en el zapateao que no solo percute, sino que parece que está hablando. Lo escuchas en un cante que se rompe no por defecto, sino por un exceso de verdad. Ese es nuestro soniquete. La razón por la que esta casa vibra de una manera diferente.
Deja de leer y vente a sentirlo. El soniquete no se explica con palabras.
Podríamos escribir mil líneas más intentando cazarlo con palabras. Sería inútil. Porque el soniquete no se lee en una pantalla. Se respira en el ambiente cargado del tablao, se bebe con la copa de vino y se vive en la vibración que te recorre el pecho cuando el cuadro flamenco alcanza el duende.
Así que esta es nuestra invitación. No a leer sobre flamenco. Sino a sentirlo.
Te estamos guardando un sitio aquí, en el corazón de Madrid, donde el soniquete no es una teoría, es la única forma que conocemos de hacer las cosas.
